El libro, publicado inicialmente en como una
serie de fascículos, fue escrito en 1899 por la polaca Rosa Luxemburgo, destacada
teórica del marxismo y miembro del SPD (Partido Socialdemócrata de Alemania),
el partido obrero más fuerte de Europa.
El contexto histórico en el que se ubica la
obra es el de la lucha contra el revisionismo, fundado por Berstein, que
pretendía reformar el Marxismo. Debido a ello, Luxemburgo se vio obligada a
redactar este libro para combatir las tendencias desviacionistas que se
presentaban en el seno de su partido, del cual Berstein también era miembro.
La obra se divide en diez capítulos a través
de los cuales Rosa va enunciando las ideas de Berstein al mismo tiempo que las
confronta con los principios del Socialismo Científico, y así, demostrar que
los principios del Marxismo siguen siendo válidos.
Resumen por capítulos
En el primer capítulo, titulado "El método
oportunista" se expone como Berstein abandona uno de los pilares de la
teoría marxista: la lucha de clases y argumenta que el Capitalismo prevalecerá
debido a su capacidad de adaptación. A continuación, se presentan los ejemplos
que, según Berstein, hacen del Capitalismo un sistema estable:
1) Sistemas de crédito, que evitan crisis
generales
2) Mejora de las comunicaciones
3) Organizaciones patronales
4) Producción más variada, que provoca el
surgimiento de clases medias
Además, Bernstein afirma que el proletariado
ha visto mejorada su situación económica y política, por lo que el camino a
seguir consiste en mejorar sus condiciones mediante el cooperativismo,
abandonando la idea de la conquista del poder político.
Por otro lado, Rosa contraargumenta afirmando
que estas concepciones son anticientíficas, ya que niegan los tres resultados
principales del desarrollo capitalista, a saber:
1) La anarquía de la producción
2) La socialización del proceso productivo
3) El aumento de la organización y la
conciencia de clase
Por lo tanto, defender la postura de los
medios de adaptación implica negar que el Socialismo es una necesidad histórica
y que el Capitalismo es reformable.
El segundo capítulo, titulado "La
adaptación del capitalismo" profundiza en su crítica a las “pruebas” aportadas
por Bernstein.
En primer lugar, como el sistema de créditos
permite generar un gran capital a partir de pequeños capitales mediante las
acciones, es capaz de aumentar la capacidad de producción y favorecer la
especulación, provocando así crisis, las cuales son el resultado de las
contradicciones entre la capacidad de producción cuasi ilimitada y la capacidad
de consumo restringida.
En segundo lugar, el argumento de la
posibilidad de que las organizaciones patronales sean capaces de terminar con
la anarquía en la producción al poder regularla, no se mantiene, ya que no
contempla que todas las ramas de la producción están interconectadas y, en
consecuencia, es imposible regular la rama de producción que controla una de
estas organizaciones. Las crisis, cíclicas en el Capitalismo, estallarán y el
capital volverá a ser individual. Además, tales organizaciones acentúan las
contradicciones entre el carácter internacional de la economía y el nacional
del Estado, provocando guerras aduaneras.
En el tercer capítulo, titulado "La
construcción del Socialismo mediante reformas sociales" Luxemburgo
argumenta la imposibilidad de tal camino al Socialismo. Para ello, confronta
los argumentos de Berstein con los del Socialismo Científico. Según Berstein,
la teoría del colapso del sistema como camino al Socialismo no se producirá ya
que el Capitalismo se adapta, por lo que sería posible alcanzarlo mediante el
sindicalismo y las reformas sociales, que acabarán convirtiendo al capitalista
en un mero administrador.
Luxemburgo contraargumenta que los sindicatos
no pueden regular la producción, además de que el desarrollo histórico niega
que el capitalista pase a convertirse en un mero administrador ya que no existe
la expropiación por etapas y que es contradictorio con el sistema de
créditos y de acciones, los cuales consolidan al capitalista como propietario.
En el cuarto capítulo, titulado “El
Capitalismo y el Estado” Berstein afirma que la evolución del Estado contribuirá
a la realización gradual del Socialismo. Por otro lado, Rosa Luxemburgo
recuerda que el Estado es una organización de dominación de clase y que con el
desarrollo de éste los intereses de clase chocan más. Además, el
parlamentarismo por muy democrático que sea representa los intereses de la
clase dominante, por lo que una victoria electoral del SPD no es un paso más
hacia la construcción del Socialismo.
En el quinto capítulo, titulado “Las
consecuencias del revisionismo social y naturaleza del revisionismo”
Luxemburgo refuta las herramientas que presenta Bersntein, sindicalismo y
parlamentarismo, como vía al Socialismo. Ya que, según ella, dichas
herramientas son útiles y necesarias pero su papel es únicamente educar a las
masas en la necesidad del Socialismo, debido a que éste se alcanzará gracias a
las contradicciones internas del propio sistema capitalista y el aumento de la
conciencia de clase de los trabajadores. Por lo tanto, el revisionismo de Berstein
queda desnudo y se demuestra que es una teoría idealista, reaccionaria y
mecanicista.
En el sexto capítulo, titulado “Desarrollo
económico y Socialismo” Berstein argumenta que el Socialismo no es una
necesidad histórica ya que el número de accionistas ha crecido, por lo que la
clase capitalista se ha hecho cada vez mayor. Por otro lado, Rosa Luxemburgo
afirma que lo importante es que las sociedades de acciones se han extendido a
pequeñas y medianas empresas debido a la creciente socialización de las
sociedades de accionistas, acumulándose el capital y acentuándose la separación
producción-posesión.
En el séptimo capítulo, titulado “Cooperativas,
sindicatos, democracia” Berstein defiende que cooperativas y sindicatos son
el camino al Socialismo. Sin embargo, Luxemburgo considera imposible la
construcción del Socialismo a través de cooperativas ya que éstas son un
híbrido entre Socialismo y Capitalismo, presentan contradicciones y solo pueden
competir en el mercado local.
Por otro lado, Berstein entiende que la gran
ley del proceso histórico es la Democracia, pero Luxemburgo lo niega, ya que
basta analizar la Historia para darse cuenta de que la Democracia está ligada
al futuro del movimiento socialista.
En el octavo capítulo, titulado “La
conquista del poder político” Berstein desliga las reformas de la
revolución, considerando a las primeras buenas y a la segunda mala. En
consecuencia, Rosa Luxemburgo considera que ambas están interrelacionadas y que
las reformas deben estar dirigidas pensando en la Revolución. Por lo tanto, la
conquista del poder político por parte del proletariado es necesaria para la
construcción del Socialismo, será difícil, largo, prematura en algunos casos y
con derrotas, de las que se aprenderá para el futuro.
En el noveno capítulo, titulado “El
colapso” Luxemburgo analiza como la teoría de Berstein colapsa, ya que,
negando la teoría del colapso económico como paso previo al Socialismo, acaba
negando todo el Marxismo: plusvalía, teoría del valor, materialismo dialéctico,
lucha de clases, etc.
En el décimo y último capítulo, titulado “Oportunismo
en la teoría y en la práctica” Luxemburgo afirma que la teoría de Berstein
es la base teórica de las corrientes oportunistas y que éstas basan el
Socialismo en la lucha contra el modo de distribución, y no de producción, lo
cual es idealista. Además, pronostica la futura superación de estas
concepciones, ya que éstas son solo una fase más del desarrollo del movimiento
obrero.
Crítica
Se trata de un fácil y rápido de leer, ya que son solo unas
100 páginas. No conviene que sea el primer libro que alguien que quiera
formarse en Marxismo deba leer, ya que se debe tener una base teórica mínima, pero sí de los cuatro o cinco primeros.
Por otro lado, da la sensación de
que es muy repetitivo, pues vuelve una y otra vez a los mismos conceptos, esto
posiblemente se deba a que inicialmente fue publicada por fascículos.
La obra es útil para familiarizarse con el
concepto básico de lucha de clases, que Berstein abandona y Rosa recupera para
poner al desnudo su teoría reformista; entender que las reformas son necesarias
pero no suficientes para construir el Socialismo, ya que deben ir orientadas hacia la Revolución y la concienciación de las masas; que el Capitalismo es un
sistema inestable debido a sus propias contradicciones internas; que las crisis
son un producto directo de él y que la tarea de la conquista del poder político es una
asignatura pendiente del proletariado, a la cual no puede renunciar si quiere
alcanzar el Socialismo.
Aplicación a la actualidad
En esta época podemos observar cómo múltiples
partidos teóricamente de izquierdas (PSOE, Unidad Podemos, …) presentan las
mismas concepciones que Berstein, tal vez incluso peores, ya que ni siquiera
llegan a hablar de la construcción del Socialismo.
Estos partidos no hablan de la lucha de
clases y para ellos las crisis son el resultado de una mala gestión del Capitalismo,
no una prueba directa de la necesidad de superar este sistema.
Además, en sus discursos conciben al Estado
como un ser neutral y no una organización violenta, construida y utilizada por
la clase dirigente para reprimir a la clase explotada.
También se dirigen a la clase media como si
existiera. La definición de clase social debe ser materialista y científica, es decir, aludir a la posición que uno
ocupa en las relaciones de producción y no en función del dinero que gane, pues
puede darse el caso de que un obrero gane más que un empresario y no por eso es
burgués. Cabe puntualizar que sí se puede hablar de sectores o capas medias, que
estarían constituidas por pequeñoburgueses o aristocracia obrera.
Estos partidos se llenan la boca con la
palabra Democracia, como si fuera un todo y un concepto neutral. Democracia y
dictadura son dos palabras ligadas, lo que para unos es democracia para otros
es dictadura: democracia burguesa es dictadura del capital y democracia obrera
es dictadura del proletariado. Hablar de Democracia a secas es olvidar que la
sociedad está dividida en clases sociales y que la lucha entre éstas es el
motor de la Historia.
Otra concepción bernstiana que defienden es
la lucha por reformas que influyan en el modo de distribución: subida de
impuestos a grandes empresas, impuestos progresivos, mejor fiscalidad, más y
mejores becas, etc. Bienvenidas sean estas reformas, pero no se debe olvidar
que tarde o temprano serán atacadas y revertidas.
Por otro lado, queda en evidencia que estos
partidos representan los intereses de la burguesía al tener discursos sociales
“de izquierda”, pero realizar políticas económicas “de derecha”, dirigiéndose a
los ciudadanos como si todos tuviéramos los mismos intereses por el hecho de
pertenecer a un mismo país. Un ejemplo de esto es cuando el PSOE de Zapatero
legalizó el matrimonio homosexual, un gran avance en nuestro país y motivo de
orgullo, pero rescató a la banca con dinero público en la crisis de 2008.
En conclusión, estos partidos compiten entre
sí para ocupar el ala centro izquierda de la política española y ver quién de
ellos es capaz de gestionar mejor el Capitalismo, siendo la pata izquierda del
Régimen del 78. Ante esta situación, la pregunta ¿Reforma o Revolución? queda
contestada a sí misma: Revolución.